Buscadores (26) Cap. 5: Actuar en las 2 dimensiones. Ojos Nuevos.
Como se resaltó en el capítulo precedente, la «consciencia» se relaciona con «ser» y cuenta con dos esferas inseparablemente unidas: «consciencia de lo que se es» y «consciencia de lo que es». En términos que se acaban de citar, la primera se refleja en estar «alerta»: sé y siento lo que soy (toma de consciencia de lo que se es). Y la segunda, con el «espacio»: sé y siento lo que es, sé que soy el espacio en el que surgen las formas del ahora (toma de consciencia de lo que es). Como también se indicó, «Yo soy el que soy» sintetiza de modo rotundo la consciencia de ser en su doble perspectiva: consciencia de lo que soy —consciencia de Ser—, esto es, alerta; y consciencia de lo que es —consciencia de lo Real—, es decir, mi ser como espacio en el que surgen las formas.
Como escribió William Shakespeare y puso en boca de Hamlet, «Ser, o no ser: este es el dilema» («To be, or not to be: that is the question») (Hamlet. Acto Tercero, Escena I). Y ser significa poder afirmar con legitimidad y certeza «soy el que soy». Permanecer alerta siendo y sintiendo en el ahora mi ser verdadero y subyacente, eterno, inmutable. Y constatar cómo mi ser es la forma del momento presente, lo que explica y en donde se despliegan los contenidos cambiantes del ahora. Nada es, por tanto, ajeno a mí mismo: ni, por supuesto, mi Yo verdadero, pues es mi ser; ni tampoco las formas mutables del ahora continuo, pues yo soy el espacio en el que existen y se desenvuelven.
Y tomo consciencia de que cada situación cuenta con estas dos dimensiones, que no están confrontadas, sino en armonía: la profunda y multidimensional del Ser y la de las formas del mundo tridimensional. Nuestro componente corporal está en el mundo tridimensional y, desde luego, en él hay que actuar y hacer cosas. Y, bajo el mando del Yo verdadero, acometo las ocupaciones que correspondan, pero sin perder la consciencia de Ser. Por esto precisamente, la mente no activa el piloto automático, ignora las preocupaciones y sitúa los pensamientos a nuestro servicio. Los que aparezcan en ella, serán los útiles y pertinentes para el ejercicio de las ocupaciones; si surgen otros, ya no tienen importancia porque no pueden hacernos infelices. Podremos seguir usando la mente muy eficazmente cuando la necesitemos, pero con la capacidad de ir más allá del pensamiento.
Los conceptos ya no son importantes. Disfrutamos de un saber mucho más profundo que el que se plasma en conceptos mentales. Una sabiduría innata para el Ser interior que emana del estado sin pensamiento, en quietud y alerta. Actuamos libres de culpa y sin estrés; sin los apegos e insatisfacciones del ego; y sin resistencia al momento presente. En el fondo sentimos un estado de alerta que es la esencia del Ser. Y al adquirir esta conexión con el Yo verdadero no utilizo el ahora en otra cosa —ni acumular conocimientos, ni meditar, ni experimentar,…— que no sea Amar.
En el momento presente nuestra acción será sólo y absolutamente Amor incondicional. Un Amor que no es de este mundo, porque el mundo tridimensional es forma y este Amor radica en lo que no tiene forma, en nuestra dimensión profunda que proyectamos a las formas del momento presente. Observamos sin enjuiciar que en el mundo exterior cada persona tiene sus ocupaciones, pero que en el interior todos tenemos un mismo y único propósito: traer el Cielo a la Tierra; vivir en las dos dimensiones y ser una puerta para que la dimensión informe fluya y entre en el mundo de las formas para convertirlo no en algo hostil, sino bondadoso, con Amor.
Ya alcancé el «conócete a ti mismo»: soy consciente de lo que soy —alerta— y de lo que es Real —espacio—; y siento mi Ser profundo estrecha e inseparablemente ligado a la Unidad. Un estremecimiento de quietud y movimiento me recorre energéticamente cuando me inunda tal conocimiento de mí mismo. ¡Tantas travesías buscándolo por fuera en piloto automático y resulta que lo encuentro en mi interior cuando conscientemente decido tomar el mando de mi vida!. Y «ahora» que lo siento sé que es un estado más allá de los pensamientos e imposible de captar como objeto mental. Tal es así que esta es la mejor manera de expresar el conocimiento de uno mismo: uno no puede conocerse a sí mismo porque uno no es uno, sino Uno. Indefinible, innombrable, indescriptible e infinito; no admite definición porque ningún pensamiento —ninguno— puede abarcarlo. Y entre ese Uno y Yo no hay diferencia ni separación alguna.
Yo soy el Ser Uno hasta el punto de que no puedo explicar con palabras la realidad de la Unión. Soy la Sabiduría y, sin embargo, me es imposible utilizar los conceptos, no tengo ningún pensamiento o definición de quién Soy porque lo real escapa de las categorías mentales. Soy un continuo momento presente en el que lo eterno se desenvuelve. Soy Creación. Soy la Consciencia e Inteligencia que me hacen Creador. Soy Creación y Creador. Soy el Espacio en el que todo surge. Soy el Amor incondicional que el ego no entiende y que Yo, un estado de Dios, Dios mismo, plasmo en el plano humano para que el Amor fluya en la tridimensionalidad.
Ojos nuevos para otro mundo mejor posible.
Siento en lo más íntimo que Yo soy el Milagro. El mundo es, ni más ni menos, un reflejo de mi consciencia; y lo transformo por medio del incremento del grado consciencial. Y mi vida es mi responsabilidad al 100 por 100, tanto mis actos y pensamientos como los de aquéllos que se relacionan conmigo (se pormenorizará al respecto a propósito del «ho´oponopono» en el capítulo que cierra estas páginas).
El mundo no se puede cambiar pensando cómo hacerlo, con programas; no hace falta pensar cómo transformar el mundo. Descubro que para hacer otro mundo mejor posible sólo se precisan ojos nuevos (elevación del grado de consciencia) para «Ver» el mundo. La esencia del Ser es la nueva consciencia que cambia el mundo —las formas— a través mía (como decía San Pablo, si tú fueras mejor, el mundo sería mejor).
El verdadero Yo dirige conscientemente mi persona. De hecho, vivo una Vida Impersonal. Actúo y realizo las ocupaciones del ahora y, al hacerlo sin cargas, en libertad plena, no doy otra cosa que lo que esencialmente soy, es decir, Amor. Así, transformo el mundo invisiblemente. También mediante palabras escritas o habladas que, de repente, vienen a mi pluma o a mi boca aunque no son mías; y por las acciones que tomo en el mundo ante ciertas situaciones, sabiendo que proceden de lo profundo del Ser y llevan energía de paz.
El nuevo mundo es el reflejo de este cambio interior. Y lo estoy construyendo Yo contigo, que eres Yo, como Yo soy Tú. Este es nuestro destino en el momento presente más allá de los pequeños destinos personales de cada uno. Concentrados en el Ser, desplegamos Amor y conectamos la tridimensión con esa dimensión que no tiene forma, con la Consciencia, Ser, Amor.
Como escribió William Shakespeare y puso en boca de Hamlet, «Ser, o no ser: este es el dilema» («To be, or not to be: that is the question») (Hamlet. Acto Tercero, Escena I). Y ser significa poder afirmar con legitimidad y certeza «soy el que soy». Permanecer alerta siendo y sintiendo en el ahora mi ser verdadero y subyacente, eterno, inmutable. Y constatar cómo mi ser es la forma del momento presente, lo que explica y en donde se despliegan los contenidos cambiantes del ahora. Nada es, por tanto, ajeno a mí mismo: ni, por supuesto, mi Yo verdadero, pues es mi ser; ni tampoco las formas mutables del ahora continuo, pues yo soy el espacio en el que existen y se desenvuelven.
Y tomo consciencia de que cada situación cuenta con estas dos dimensiones, que no están confrontadas, sino en armonía: la profunda y multidimensional del Ser y la de las formas del mundo tridimensional. Nuestro componente corporal está en el mundo tridimensional y, desde luego, en él hay que actuar y hacer cosas. Y, bajo el mando del Yo verdadero, acometo las ocupaciones que correspondan, pero sin perder la consciencia de Ser. Por esto precisamente, la mente no activa el piloto automático, ignora las preocupaciones y sitúa los pensamientos a nuestro servicio. Los que aparezcan en ella, serán los útiles y pertinentes para el ejercicio de las ocupaciones; si surgen otros, ya no tienen importancia porque no pueden hacernos infelices. Podremos seguir usando la mente muy eficazmente cuando la necesitemos, pero con la capacidad de ir más allá del pensamiento.
Los conceptos ya no son importantes. Disfrutamos de un saber mucho más profundo que el que se plasma en conceptos mentales. Una sabiduría innata para el Ser interior que emana del estado sin pensamiento, en quietud y alerta. Actuamos libres de culpa y sin estrés; sin los apegos e insatisfacciones del ego; y sin resistencia al momento presente. En el fondo sentimos un estado de alerta que es la esencia del Ser. Y al adquirir esta conexión con el Yo verdadero no utilizo el ahora en otra cosa —ni acumular conocimientos, ni meditar, ni experimentar,…— que no sea Amar.
En el momento presente nuestra acción será sólo y absolutamente Amor incondicional. Un Amor que no es de este mundo, porque el mundo tridimensional es forma y este Amor radica en lo que no tiene forma, en nuestra dimensión profunda que proyectamos a las formas del momento presente. Observamos sin enjuiciar que en el mundo exterior cada persona tiene sus ocupaciones, pero que en el interior todos tenemos un mismo y único propósito: traer el Cielo a la Tierra; vivir en las dos dimensiones y ser una puerta para que la dimensión informe fluya y entre en el mundo de las formas para convertirlo no en algo hostil, sino bondadoso, con Amor.
Ya alcancé el «conócete a ti mismo»: soy consciente de lo que soy —alerta— y de lo que es Real —espacio—; y siento mi Ser profundo estrecha e inseparablemente ligado a la Unidad. Un estremecimiento de quietud y movimiento me recorre energéticamente cuando me inunda tal conocimiento de mí mismo. ¡Tantas travesías buscándolo por fuera en piloto automático y resulta que lo encuentro en mi interior cuando conscientemente decido tomar el mando de mi vida!. Y «ahora» que lo siento sé que es un estado más allá de los pensamientos e imposible de captar como objeto mental. Tal es así que esta es la mejor manera de expresar el conocimiento de uno mismo: uno no puede conocerse a sí mismo porque uno no es uno, sino Uno. Indefinible, innombrable, indescriptible e infinito; no admite definición porque ningún pensamiento —ninguno— puede abarcarlo. Y entre ese Uno y Yo no hay diferencia ni separación alguna.
Yo soy el Ser Uno hasta el punto de que no puedo explicar con palabras la realidad de la Unión. Soy la Sabiduría y, sin embargo, me es imposible utilizar los conceptos, no tengo ningún pensamiento o definición de quién Soy porque lo real escapa de las categorías mentales. Soy un continuo momento presente en el que lo eterno se desenvuelve. Soy Creación. Soy la Consciencia e Inteligencia que me hacen Creador. Soy Creación y Creador. Soy el Espacio en el que todo surge. Soy el Amor incondicional que el ego no entiende y que Yo, un estado de Dios, Dios mismo, plasmo en el plano humano para que el Amor fluya en la tridimensionalidad.
Ojos nuevos para otro mundo mejor posible.
Siento en lo más íntimo que Yo soy el Milagro. El mundo es, ni más ni menos, un reflejo de mi consciencia; y lo transformo por medio del incremento del grado consciencial. Y mi vida es mi responsabilidad al 100 por 100, tanto mis actos y pensamientos como los de aquéllos que se relacionan conmigo (se pormenorizará al respecto a propósito del «ho´oponopono» en el capítulo que cierra estas páginas).
El mundo no se puede cambiar pensando cómo hacerlo, con programas; no hace falta pensar cómo transformar el mundo. Descubro que para hacer otro mundo mejor posible sólo se precisan ojos nuevos (elevación del grado de consciencia) para «Ver» el mundo. La esencia del Ser es la nueva consciencia que cambia el mundo —las formas— a través mía (como decía San Pablo, si tú fueras mejor, el mundo sería mejor).
El verdadero Yo dirige conscientemente mi persona. De hecho, vivo una Vida Impersonal. Actúo y realizo las ocupaciones del ahora y, al hacerlo sin cargas, en libertad plena, no doy otra cosa que lo que esencialmente soy, es decir, Amor. Así, transformo el mundo invisiblemente. También mediante palabras escritas o habladas que, de repente, vienen a mi pluma o a mi boca aunque no son mías; y por las acciones que tomo en el mundo ante ciertas situaciones, sabiendo que proceden de lo profundo del Ser y llevan energía de paz.
El nuevo mundo es el reflejo de este cambio interior. Y lo estoy construyendo Yo contigo, que eres Yo, como Yo soy Tú. Este es nuestro destino en el momento presente más allá de los pequeños destinos personales de cada uno. Concentrados en el Ser, desplegamos Amor y conectamos la tridimensión con esa dimensión que no tiene forma, con la Consciencia, Ser, Amor.
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