"Buscadores" Emilio Carrillo (34) El "alma"
El «alma».
Todo lo descrito es primoroso. Y es el preámbulo de algo todavía más radiante que se citó en el capítulo previo, aunque sin ahondar en ello, a propósito de la Absorción: la Inmanencia del Espíritu (plano de lo No Manifestado) en las manifestaciones intangibles o tangibles (plano de lo Manifestado) posibilita la activación vibracional de las manifestaciones inmateriales y materiales y el aumento de su frecuencia hacia niveles vibratorios por encima de lo que en sí les corresponden.
Al Amor de Dios no le basta que lo Manifestado forme parte intrínseca de la Creación; tampoco que a ello se sume su Inmanencia en él. El Amor es tal que logra más: gracias a la convivencia vibracional y por influjo del Espíritu, se activa una dinámica dirigida a multiplicar la gradación vibracional de las manifestaciones intangibles y tangibles (en nuestro caso, el cuerpo humano) y a integrarla (absorberla) en la propia Esencia divina. En el lenguaje cristiano, el Padre (Principio Único) envía a su Hijo (Espíritu o Amor) para que se encarne (Espíritu Santo) en el mundo (convivencia vibracional) y resucite la carne (materia), consiguiendo que ésta suba al Cielo (el incremento de su gradación vibratoria hacia escalas divinales).
Como se adelantó en el capítulo precedente respecto a la Absorción, se logra así que el proceso «de arriba hacia abajo» (Principio Único, Padre, «big» —Emanación de la Esencia divina y del Verbo a ella asociado—; Hijo, «bang» —expansión de la Esencia como Espíritu y del Verbo—; e Inmanencia de lo No Manifestado —Espíritu Santo— en lo Manifestado —condensación del Verbo: manifestaciones inmateriales y materiales—) tenga su correlato «de abajo hacia arriba» mediante la generación de una nueva energía vibracional en el plano de lo Manifestado. Una energía sembrada por la Consciencia Perfecta (semilla) a partir del «big-bang» y que brota y va subiendo de gradación vibratoria en una dinámica que la irá aproximando (Absorción) a la que es propia del Espíritu y la Esencia divinal. ¿Cómo sucede algo tan extraordinario?. A través de lo que diversas religiones conocen como «alma».
Para entender cómo aparece el alma y cuáles son sus perfiles y características, hay que hacer referencia al «efecto de heterodinaje»: un fenómeno sobradamente conocido por la ciencia y aplicado actualmente en ámbitos relacionados con campos y frecuencias vibratorias Por ejemplo, en la ingeniería de sonido, que nos muestra cómo al combinarse dos ondas de distinta frecuencia vibratoria —una mayor y otra menor— se genera una tercera con un nivel vibratorio que se mueve entre los de las dos primeras. Aplicando esto a lo que aquí ocupa, significa que de la convivencia vibracional entre la alta frecuencia del Espíritu y la baja de la corporeidad surge una tercera gama o esfera vibracional, usualmente llamada alma, con una gradación que oscila entre la frecuencia de la corporeidad y la del Espíritu. En este orden, las funciones del alma son tanto de enlace y bisagra vibratoria entre Espíritu y cuerpo como de transmisor vibracional y batería energética.
Por una parte, el alma actúa de bisagra en cuanto a que opera como espacio vibratorio de encuentro y conexión entre los campos vibracionales del Espíritu y el cuerpo, facilitando que se produzca la aludida convivencia vibracional, pero sin que haya ni «mezcla» ni «contacto» directo. Y es que la mezcla no puede darse, pues conllevaría la alteración de las cualidades del Espíritu como Esencia divina, lo cual es imposible ya que el Ser Uno es inalterable y su Esencia y naturaleza no pueden ser modificadas. Como tampoco es viable el contacto, pues es tan descomunal la diferencia en intensidad de los dos planos vibratorios que, en el supuesto de que existiera contacto directo entre el Espíritu y las manifestaciones (nuestro cuerpo físico entre ellas), éstas sufrirían enormes distorsiones que bloquearían su evolución biológica, anulando el desarrollo de formas de vida, más o menos sutiles, en lo Manifestado.
Por esto, centrando la reflexión en los seres humanos, la convivencia vibracional entre Espíritu y cuerpo implica, mediante el efecto de heterodinaje, la generación natural y automática del alma cual tercera gama o esfera vibratoria. El alma ensambla ambos planos vibratorios y hace factible la convivencia entre los dos a través de ella, sin que Espíritu y cuerpo se mezclen ni entren en contacto directo.
Y, por otro lado, el alma actúa de transmisor y batería energética, ya que propicia que la fuerza vibratoria del Espíritu se canalice hacia la corporeidad y aumente la frecuencia vibratoria de ésta en el sentido antes expuesto. Un fenómeno que no es difícil de comprender, pues tiene su punto de partida analógico en los principios de Entropía y Entalpía (del griego «thalpein», «calentar»), que a colación, por ejemplo, del encuentro entre masas de agua fría y caliente, muestran cómo el resultado de la combinación de ambas será una masa acuosa de temperatura intermedia, por pérdida de energía calorífica del agua caliente a favor de la fría.
Los contenidos de estos dos principios físicos pueden ser analógicamente aplicados a la convivencia vibracional entre Espíritu y cuerpo, aunque con un elemento de enlace o bisagra, el alma, que no existe en el ejemplo del agua caliente y fría. Concretamente, la alta gradación vibracional del Espíritu (agua caliente) se canaliza de modo natural hacia el bajo nivel vibratorio del cuerpo (agua fría), si bien lo hace a través del alma, que es la que adquiere una gradación vibracional situada entre los dos extremos (el caliente y el frío).
Eso sí, la vibración del Espíritu es infinita. Siguiendo con el caso del agua, es como si la caliente estuviera vinculada a una fuente de energía que le permitiera volver a calentarse permanentemente, superando así el transitorio menoscabo promovido por el contacto con el agua fría. El Espíritu es inalterable, pues es Esencia divina, y emite hacia el cuerpo, con el intermedio del alma, su elevada frecuencia. Por esto, la gradación vibracional y energética hacia el alma tiende a ir en aumento en el contexto de un proceso que se examina en el próximo epígrafe: la «dinámica vibratoria interactiva» (el agua caliente, al volver a calentarse constantemente, terminará elevando hacia su nivel calorífico al agua fría con la que está en contacto). Metafóricamente, la Luz habrá vencido a las Tinieblas; y la carne resucitada (la materia vibracionalmente activada por la convivencia con el Espíritu) ascenderá a los Cielos. Como señala Jesús: «Yo he venido al mundo como Luz, para que todo el que crea en mí no quede en las Tinieblas» (Juan, 12,46).
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