"Buscadores" Emilio Carrillo B (43) El Reino de los Cielos está cerca.

El Reino de los Cielos está cerca.

Por tanto, el «Juicio Final», considerado en el mundo católico como verdad de fe desde el Concilio Lateranense IVno responde a la manida exégesis de un Dios justiciero que coloca a su derecha a los rectos y a su izquierda a los impíos, premiando a los primeros por sus buenas obras y castigando a los segundos por sus pecados. Tal interpretación es una imagen alegórica para describir un fenómeno cosmogónico y vibracional derivado de la conformación íntima de la Creación: la interacción consciencial entre la suma y sus partes. Una interacción que permite afirmar, aunque sea coloquialmente, que el «Juicio Final» es un punto de corte o de paso en la evolución espiritual de los seres humanos.

Dado que tal evolución se plasma en el grado de consciencia acumulado por el alma, aquellas almas que reciban la influencia vibratoria del reiterado salto consciencial será porque gozan de un alto grado de consciencia. Y, a partir de ese tirón energético, no volverán a encarnarse en el plano humano, sino que, en el camino de Absorción, lo harán con el Espíritu en otros planos y modalidades de existencia, de las muchas que pueblan el Cosmos, de menor densidad material y mayor pureza vibratoria («Cielo»).

En cambio, las que por tener un bajo grado de consciencia no reciban el influjo del salto consciencial, seguirán encarnadas como seres humanos, aunque en una humanidad en la que ya no estarán sus componentes más activos consciencialmente (cercanos al polo del Bien) y habrá quedado reducida a sus miembros de menor grado consciencial (próximos al polo del Mal, de lo que proviene la noción de «Infierno»).

Que el salto consciencial está próximo es algo anunciado por distintas religiones —así lo indica Jesús: «está cerca el Reino de los Cielos» (Mateo, 4,17; Marcos, 1,15)—. En textos como el Libro del Conocimiento se señala que, dado su avance consciencial, para muchos seres humanos —su Espíritu y alma— la vida actual será la última de la cadena de vidas en las que se ha plasmado su encarnación en el plano humano. Otras escuelas espirituales adelantan que, tras dicho salto, la raza humana actual desaparecerá para dar paso a otra nueva. En este sentido, señalan que la raza actual, llamada «aria», es la quinta que ha habitado el planeta, por lo que sería una sexta raza la que ocuparía su lugar. A esta quinta raza es a la que se pueden referir los Evangelios cuando utilizan el vocablo «generación» —verbigracia, para señalar «que no se le dará un signo a esta generación» (Marcos, 8,12)—.

Del mismo modo, otras escuelas relacionan ciertas profecías, como la maya sobre el 2012, con el momento del salto consciencial —el texto El misterio de 2012 (Arkano Books, 2008) realiza una buena y plural aproximación al asunto—. Y aunque parcialmente puedan tener razón, hay que matizar bien sus afirmaciones, en cuanto que el 21 de diciembre de 2012 no acontecerá nada especial: ni cataclismos, ni días de oscuridad, ni nada que se le parezca. Simplemente, el solsticio de invierno del 2012 marca un punto especialmente álgido dentro de un proceso de carácter cosmogónico que será largo: comenzó lustros atrás y se dilatará en el tiempo. Tal proceso cosmogónico es un ciclo más de la naturaleza —como lo es, por ejemplo, un cambio de estación dentro de un año cualquiera—, pero su envergadura no se cuenta por días o semanas, sino por milenios: sucede cada muchos miles de años y se corresponde con la culminación del movimiento cíclico de nuestro sistema solar —Ors— en el seno de la Vía Láctea— y el alineamiento del Sol y la propia Tierra con el centro galáctico.

¿Qué es lo que empieza a aportar —lo hará con más intensidad en el futuro— tal proceso cosmogónico?. Pues proporciona un suplemento energético al sistema solar, a la Tierra (con impactos en el cambio climático), a la humanidad y a cada persona; una sobrecarga de energía vibratoria y electromagnética que coadyuva a activar componentes durmientes o semi-durmientes del ADN humano y planetario. Pero ¡ojo!, tal suplemento de nada servirá si cada uno no realiza un trabajo propio e interior que eleve su grado de consciencia y posibilite que el Yo verdadero, nuestro Ser divinal, coja las riendas de nuestra vida.

Esta es la clave: un trabajo íntimo que nos permita comprender, aceptar y asumir nuestra condición y dimensión divinal, así como la Unidad de cuanto existe. Y que abra las puertas a un Amor Incondicional que nos vuelque en el amor al prójimo.

Que nadie espere que este trabajo lo haga alguien por nosotros. Ni alienígenas, ni ángeles, ni fuerzas cosmogónicas son responsables de nuestras vidas. Que cada cual asuma la responsabilidad de la suya. Por algo somos Hijos de Dios no porque nos haya creado Él, sino porque somos Él. Ya sabéis: somos Todo y Uno; Creación&Creador; Creador&Creación.





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