"Buscadores" Emilio Carrillo B (46) Unidad y Amor (2)

Geometría y sonido, música y matemáticas.

El cuerpo de información que mejor apoya el concepto de tal diseño inteligente proviene de la geometría sagrada. Para ahondar en ella hay que volver a subrayar que, para alcanzar el conocimiento de la auténtica realidad de las cosas, se debe escarbar por debajo de la superficie. Hay que adentrarse en lo que se esconde detrás de las apariencias y buscar lo que verdaderamente es y se encuentra oculto tras formas materiales circunstanciales y perecederas. Sólo así se logra llegar a la organización subyacente, a la verdadera realidad que todo lo sustenta.

Una realidad esencial que no es física, por cuántica que sea, sino que goza, conforme a lo ya examinado, de calidad vibratoria. Ello le otorga una primera manifestación sensible de carácter ondular. Lo que, a su vez, tiene en la geometría y el sonido sus exteriorizaciones más directas. Precisamente, la novísima Teoría de los Campos de Fuerza y la Mecánica de Ondas avanzan hoy en esta línea de conocimiento. Sus postulados apuntan hacia el orden universal de la geometría armónica, que está en la obra de antiguos filósofos.

La geometría sagrada es un arte arcaico conocido y utilizado, verbigracia, por los constructores de las pirámides o de las catedrales góticas; y una ciencia muy actual basada en principios matemáticos que muestran la relación entre todas las partes de la Creación. Su estudio evidencia, como ya se ha reiterado, que todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es, a su vez, el Todo. Y que el Universo es generado por una Consciencia que se manifiesta a sí misma en la realidad física tridimensional a través de un cianotipo geométrico, como ilustra el denominado «cianotipo del mercaba».

Superponiendo, por ejemplo, su representación gráfica sobre el planeta Tierra, se comprueba que la mayoría de las pirámides están localizadas a 19.47º sobre y debajo del ecuador, exactamente donde los puntos de la estructura gráfica del mercaba se intersectan con la superficie terrestre. Si se hace lo mismo sobre el Sol, se constata igualmente que las manchas solares de alta intensidad están localizadas justo al norte y al sur del ecuador y que la mayoría de las erupciones de su masa coronaria también se localizan a 19.47º por encima y debajo del ecuador. Y repitiendo el experimento en el vecino planeta rojo, la famosa Cara de Marte está también ubicada a 19,47 grados al norte de su ecuador. Estas semejanzas y otras muchas ejemplifican lo que numerosos investigadores de la geometría sagrada creen: todos los astros del sistema solar de Ors están construidos con base en idénticos principios geométricos. Correspondencias matemáticas que se sustentan en el hecho de que Ors, la Vía Láctea, el Universo y el multidimensional Omniverso han sido construidos por alguna forma de inteligencia de colosal escala.

Esta manera de analizar la realidad, recogida en saberes ancestrales, resulta sorprendentemente ajustada a lo que, poco a poco, se va descubriendo en múltiples ámbitos de investigación. Así, lo que hasta fecha muy reciente era sólo fruto de la superstición o de extravagantes teorías esotéricas a las que la ciencia no hacía caso alguno, es objeto ahora de estudio en los centros tecnológicos más avanzados. Valga como muestra el botón de uno de los campos científicos de mayor actualidad: la genética. Más específicamente, la ciencia ha avanzado mucho últimamente en torno a los códigos genéticos, considerados como vehículos de reproducción y continuidad. Y ha descubierto que su codificación no reside en átomos concretos —en el carbono, oxígeno, nitrógeno e hidrógeno contenidos en la composición molecular del ADN o sustancia de los genes—, sino en la forma helicoidal en la que se disponen. Es decir, en su geometría más que en su contenido. La hélice del código genético es el resultado de una serie de proporciones geométricas fijas. La disposición de la existencia corporal se determina por sus formas, no por sus sustancias.

Sucede lo mismo, por poner otro ejemplo, con las plantas y el proceso de fotosíntesis. Éste obedece a que el carbono, el hidrógeno, el nitrógeno y el magnesio de las moléculas de la clorofila se disponen de acuerdo con un diseño geométrico dozavado, similar a una flor de doce pétalos que brotaran de un núcleo central. Si tomamos los mismos componentes y los disponemos de una manera distinta, ya no serían capaces de transformar en sustancia viva las radiaciones del Sol.

Abundan casos similares. Tantos como para que no pueda hablarse de coincidencias o casualidades, sino de leyes y principios internos de una realidad subyacente y unitaria que no es material, sino vibratoria y ondular y cuyas manifestaciones sustantivas no son partículas cuánticas, sino geometría y sonido, música y matemáticas. A este respecto, conviene recordar que los astrónomos de la antigüedad vieron en la geometría la capacidad para explicar el sentido de la Creación y la usaron para designar, mediante notación angular, el movimiento y la posición de los cuerpos celestes. En esto se adelantaron enormemente a una ciencia moderna en continua expansión: la heliobiología. Es una rama novísima que, estudiando la posición angular de la Luna y los planetas, deduce las radiaciones electromagnéticas y cósmicas que influyen en la Tierra y en la manera en la que las fluctuaciones de estas energías determinan los procesos biológicos. De este modo, la ciencia justifica arcaicas creencias en la influencia de los arquetipos y acerca de cómo la geometría y los números describen energías fundamentales y causales.

Analizamos el mundo material que nos rodea a través de los cinco sentidos, pero están supeditados a las frecuencias vibratorias. En última instancia, el contenido de nuestra experiencia procede de una arquitectura inmaterial y abstracta que está compuesta por ondas armónicas de energía, nodos de relaciones y formas melódicas que brotan de la proporción geométrica. Vibración y ondas manifestadas en una ordenación de geometría y sonido, formas y números, música y matemáticas.

La música tiene que ver con las leyes proporcionales de la frecuencia de sonidos y hay una relación entre la geometría y la música. La armonía musical es idéntica a la ciencia de la simetría de los cristales. Las ondas entrelazadas de la materia están espaciadas a intervalos de secuencia armónicas que se derivan de cada tono fundamental.

En cuanto a la cualidad del sonido, también la Teoría de los Campos de la astrofísica contemporánea comienza a confirmarlo. Esta Teoría concibe el Universo como un campo vibratorio integral, incomprensiblemente vasto, de plasma ionizado, pregaseoso. Dentro de él, las influencias se desencadenan creando una urdimbre y una densificación en configuraciones nodales. El desequilibrio y la turbulencia causados por estos centros de masa galáctica, formada por efecto de la concentración inicial, liberan ondas compuestas que causan violentos y abruptos cambios en la presión y la densidad de todo el plasma cósmico. Es lo que se conoce como «estampidos sónicos». Calificativo que reciben porque la propagación de cualquier sonido es, simplemente, el rápido cambio oscilatorio de presión/densidad en cualquier medio. Estos choques sónicos ondulantes crean un torbellino en toda la nube galáctica; y en las regiones interiores de ese torbellino, nacen las estrellas.





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