"Crónicas de Ávalon" Emilio Carrillo B (11) FANUM

Fanum.

Tras la excursión con Merlín relatada en la Crónica precedente, los Dywrnad se sucedieron velozmente. Puse en común con Nimue todo lo que aconteció durante la misma. Y en varias ocasiones noté como el Gran Mago, aprovechando algún encuentro casual o nuestras citas habituales a las horas de las comidas, que solemos compartir en compañía de la Reina de las Tempestades, me escrutaba con discreción, queriendo atisbar cómo había asimilado aquellas vivencias al borde de los acantilados. Sin embargo, ni me preguntaba ni hablaba al respecto. Yo tampoco, pues andaba atando cabos conmigo mismo.

Por fin, el asunto surgió durante una de las charlas que mantenemos con ocasión de los desayunos. El que disfruto cada mañana es sencillo: una taza mediana de café con poca leche y un par de tostadas del exquisito pan de pueblo que se amasa en Ávalon, bien regadas con abundante aceite –aunque no hay muchos olivos, el que aquí se produce es de gran calidad- y algo de azúcar. Merlín, por su parte, se prepara personalmente una especie de huevos con migas de maíz: bate dos huevos en un tazón, añadiéndoles algo de sal; en paralelo, en una sartén con poco aceite, sofríe dos tortitas de maíz en trocitos, sin dejar que se doren, y media cebolla picada fina; finalmente, incorpora los huevos batidos a la sartén y revuelve todo hasta cuajarse. Y la Reina de las Tempestades, en el arranque de cada jornada sólo ingiere líquidos: primero, un jarrito de barro lleno de café con canela, que elabora calentando una olla con agua y agregando, cuando está hirviendo, café soluble y dos palitos de canela en rama; y, después, un vaso grande de zumo de naranja en el que ha licuado dos trazos de papaya. En pleno disfrute de este sustento matinal, Merlín fue directo al grano:

-Hasta hora no he creído oportuno sacar a colación la conversación que hilamos en nuestro paseo al Templo de la Roca. He supuesto que necesitarías tiempo para reposar tanto sus contenidos como la experiencia de meditación que disfrutaste en tan magnífico recinto energético-, dijo en un determinado momento sin que nada de lo que los tres veníamos hablando le ofreciera pie para ello y, lo que aún me sorprendió más, dando por hecho que nuestra anfitriona no era ajena al asunto. –No obstante-, continuó, -ya han transcurrido un puñado de Dywrnad y, en la confianza que tenemos, me gustaría saber como lo has interiorizado y cuáles son tus actuales sensaciones-. Y adivinando lo que podía ser una actitud de reserva por mi parte al no estar solos, se apresuró a añadir: -En cuanto a la reina de las Tempestades, está al tanto de todo. Y no porque se lo haya contado, sino porque, de manera innata y espontánea, nada escapa a sus facultades telepáticas, psíquicas, intuitivas e inspirativas-. Ante lo que ella se limitó a mirarme con afecto, a la par que desplegaba una suave sonrisa en la que leí que también estaba interesada en mis reflexiones al respecto.

-No tengo inconveniente alguno en contaros detalles-, respondí con sinceridad, -pero se pueden resumir en una sencilla frase: ¡todo encaja!. Os confieso que sentí un cierto desconcierto inicial, cargado de emociones contradictorias, pero pronto le siguió el hondo sentimiento de que lo que afloró aquella mañana era ya para mi perfectamente conocido, aunque se mantenía escondido en una dimensión de mi ser más profundo que el plano racional-.

Bebí unos sorbos de café con leche y guardé unos instantes de reflexión antes de continuar:

-Gracias a ello, ahora entiendo cosas que antes me aparecían veladas; y me explico hechos y circunstancias de mi presente vida física que siempre presentí que echaban sus raíces en otro tiempo y lugar. Y he logrado sistematizar determinadas meditaciones y percepciones que se venían acumulando en mi interior de manera inconexa, con lo que se han transformado en diáfanas y transparentes, llenando de luz lo que antes permanecía en nebulosa-.

Las palabras salían de mi boca a borbotones, sin titubeos y sin ningún pensamiento previo que marcara su hilo conductor, como un acuífero que de golpe hubiera roto la superficie de la tierra y fluyera cual manantial. Observé a la Reina de las Tempestades y a Merlín. Era obvio que mis comentarios les habían llenado de satisfacción. Y fue el Gran Mago quien tomó la iniciativa:

-No dudaba de que así sería, pero no tenía claro el tiempo que tardarían en germinar el sentimiento y el convencimiento íntimo que acabas de compartir con nosotros. Me alegro de que el proceso haya sido rápido y nada traumático. Y, por esto, te pido dos cosas-.

-Dime Merlín-, le expresé en un tono que manifestaba mi absoluta disposición a dar cumplimiento a sus deseos.

-Primero, que rindas el homenaje que se merece al punto energético en el que estalló tu interior.-

-Te refieres al Templo de la Roca…-.

-Su origen remoto radica en un arcaico enclave dedicado a Astarté, apelativo griego coincidente con la Ashtart fenicia, la Inanna sumeria, la Ishtar acadia y un amplio etcétera. Más allá del nombre otorgado en cada época, se trata de una deidad femenina que simboliza el culto a la Vida y a la Madre Naturaleza y que todas las culturas han asociado invariablemente al planeta Venus. Por ello, en tiempos antiguos, al Templo de la Roca se le denominó Luciferi Fanum-.

-¿Qué significa?-, pregunté con los ojos puestos en Merlín, que se disponía a apurar los huevos con migas de maíz, aunque fue la Reina de las Tempestades, que ya había dado buena cuenta del café con canela, quien cogió el testigo:

-En latín, “lucifer -era –erum” puede ser traducido como “luminoso” o “brillante”; y “lucifer –eri” como “estrella matutina”, “lucero” o, más exactamente, el planeta Venus. Y “fanum, i” remite a un “lugar sagrado” o “Santuario de la Divinidad”. En tu idioma, aunque poco utilizado, pervive el término “fano”, sinónimo de templo. Por tanto, la interpretación más correcta de Luciferi Fanum es Santuario de Venus; y de Fanum, sin otros aditivos, Santuario de la Divinidad-.

-Pues fijaros-, moví la cabeza alternativamente en dirección a ambos, -mientras os escuchaba he recordado que el geógrafo e historiador griego Estrabón cita en su obra Geografía el topónimo Luciferi Fanum cual apelativo de un lugar ubicado en la provincia Bética romana, la Andalucía de hoy. Puede tratarse de la actual Sanlúcar de Barrameda, ciudad gaditana próxima a donde resido, que como Luciferi Fanum fue nombrada en alguna bula papal y que tal lema exhibe en su escudo. En su término municipal se descubrió, en unas excavaciones arqueológicas realizadas hace varias décadas, las ruinas de un arcaico templo dedicado precisamente a Astarté-.

-Curioso,…-, ahora fue Merlín quien terció en la plática. -Quizá se trató de una denominación común hace dos milenios. Por ejemplo, también el genial arquitecto e ingeniero romano Marco Vitruvio, que vivió en el siglo I a.c. y es famoso por el célebre Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, describió en su libro De Architectura la Basílica de Fanum, asegurando que la construyó en la colonia Julia Fanestris. Distintos expertos la han relacionado con la basílica de Ordona, en Italia, cuyas medidas, aunque se halla prácticamente destruida, coinciden con las descritas por el arquitecto latino-.

-Pero bueno, Merlín-, le interrumpí en tono amable temiendo que tantas divagaciones terminarán por alejarnos del norte de la conversación, -¿qué deseas exactamente que haga para dar al Templo de la Roca el homenaje que mencionabas?-.

-Muy sencillo: que el día que abandones Ávalon y regreses a tu hogar, crees allí algún tipo de entidad, asociación o figura similar a la que llames “Fanum” y que, como “Santuario de la Divinidad”, centre su actividad en promover y difundir los saberes que adquieras en la Isla de Cristal y poner un grano de arena en la expansión consciencial de tus congéneres.-


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