"Buscadores" Emilio Carrillo (35) La «dinámica vibratoria interactiva»
La «dinámica vibratoria interactiva»
El papel del alma es, por tanto, fundamental como bisagra y enlace vibracional entre Espíritu y cuerpo; y como transmisor de la fuerza vibracional del primero hacia el segundo y batería energética (como explicación alternativa, pero basada en los mismos principios, podríamos plantear la inducción de corrientes de energía eléctrica en circuitos en los que el flujo magnético varía: el flujo magnético sería el Espíritu Santo; el circuito sería el Alma; y la corriente eléctrica generada, también de naturaleza ondulatoria, sería la parte Manifestada o cuerpo).
Para desempeñar tal papel, el alma opera como filtro, usando la terminología científica relativa al heterodinaje.
Un filtro es un circuito vibratorio que deja pasar determinadas frecuencias, pero no otras. Y en lo que aquí interesa, hay dos clases principales de filtros: «filtro pasa bajos», que deja pasar todo aquello que sea igual o se encuentre por debajo de una frecuencia vibratoria denominada «frecuencia de corte del filtro»; y «filtro pasa altos», similar al anterior, pero al revés, pues deja pasar todo lo que sea igual o se halle por arriba de la frecuencia de corte.
¿Cómo actúa el alma en un ser humano?. Pues la frecuencia de corte del filtro está definida con exactitud por el grado de consciencia de la persona: la frecuencia vibracional del grado consciencial funciona como frecuencia de corte. A partir de ahí, según el sentido Espíritu-cuerpo (agua caliente hacia agua fría) o cuerpo-Espíritu (agua fría hacia agua caliente) de los flujos vibracionales, el alma actúa como filtro pasa bajos o filtro pasa altos, respectivamente. Se trata de la «dinámica vibratoria interactiva» (el «modelo» puede complicarse al objeto de explicar un cierto fenómeno selectivo de la frecuencia de paso hacia el cuerpo: tendríamos así los circuitos de los aparatos de radio, en los que una resistencia variable y un condensador seleccionan la frecuencia de la emisora que queremos oír).
Supongamos una persona cuyo grado de consciencia es 3 (ni que decir tiene que es sólo una hipótesis numérica de carácter didáctico). Ante la enorme fuerza vibracional que emite el Espíritu, el alma opera como filtro pasa bajos: recibe y transmite hacia la corporeidad toda la energía vibracional que sea tanto igual como inferior a la frecuencia vibratoria de corte, esto es, 3 (grado de consciencia). Esta energía es recogida por el cuerpo, que funciona como «oscilador local» (expresión científica referida a un circuito vibratorio que se encarga de generar una onda de una frecuencia específica para mezclarla con la frecuencia recibida), y se plasma en un determinado estadio de conciencia que lleva al ser humano a desplegar una serie de experiencias. Si como consecuencia de éstas se produce una elevación del grado de consciencia de la persona, por ejemplo hasta el nivel 4, el alma recibe el incremento energético actuando como filtro pasa altos: recibe la fuerza vibratoria que se sitúe igual o por encima de la frecuencia de corte definida por el grado consciencial anterior, esto es, por arriba de 3.
A partir de aquí se repite el proceso en el contexto de la dinámica vibratoria interactiva, pero con la nueva frecuencia de corte derivada del nuevo grado de consciencia (ya no es 3, sino 4). El alma, ante el elevado influjo vibracional del Espíritu, vuelve a operar como filtro pasa bajos: recibe y transmite hacia la corporeidad energía vibracional tanto igual como menor a la nueva frecuencia vibratoria de corte, es decir, 4 (nuevo grado de consciencia). Esta energía es tomada por el cuerpo y se concreta en un determinado estadio de conciencia que conduce al ser humano a vivir un conjunto de experiencias. Si debido a éstas se produce una elevación del grado de consciencia de la persona —verbigracia, hasta el nivel 5—, el alma acoge el incremento energético actuando como filtro pasa altos: recibe la fuerza vibratoria superior a la frecuencia de corte definida por el grado consciencial anterior, esto es, mayor que 4.
Y así sucesivamente, con la única e importante salvedad de que el ser humano goza de libre albedrío, por lo que sus experiencias en un determinado grado de consciencia (verbigracia, el 3 con el que antes se arrancó) y estadio de conciencia pueden no llevarle a un ascenso en tal gradación consciencial, sino a un mantenimiento (seguiría siendo 3), o, incluso, provocar un decremento (por ejemplo, a 2). En este último supuesto, el alma, funcionando ante la fuerza del Espíritu como filtro pasa bajos, recibiría y canalizaría hacia la corporeidad energía vibracional tanto igual como inferior a la nueva frecuencia vibratoria de corte, es decir, 2.
Esta energía sería acogida por el cuerpo y se plasmaría en un determinado estadio de conciencia que llevaría al ser humano a vivir una serie de experiencias. Si como consecuencia de éstas se produce una elevación del grado de consciencia de la persona —verbigracia, hasta el nivel 3—, el alma acogería el incremento energético actuando como filtro pasa altos: recibe la fuerza vibratoria superior a la frecuencia de corte definida por el grado consciencial precedente, esto es, mayor que 2. Aunque también puede ser que, como consecuencia de las experiencias, tuviera lugar un estancamiento o una nueva bajada de la gradación consciencial (por ejemplo, a 1).
En definitiva, la dinámica vibratoria interactiva es la visión energética y vibracional de la interacción «consciencia– conciencia–experiencias» analizada en capítulos anteriores.
En cualquier caso, no hay determinismo alguno, sino un potencial que el ser humano, en su experiencia de individualidad en libre albedrío, puede hacer efectivo, o no, a través de su voluntad y comportamiento (experiencias en un determinado estadio de conciencia). Si lo hace, la elevación de grado vibracional y consciencial que le ha llevado a ese estadio de conciencia (los ego, triunfador, dador, buscador, vidente o espíritu de capítulos precedentes) no será canalizado hacia un nuevo aumento de tal grado. Pero si la persona plasma el citado potencial en su conducta, inclinaciones y afectos —es decir, en Amor—, provoca un efecto de retroalimentación vibracional que impulsa una nueva elevación de su gradación consciencial, volviéndose a repetir la dinámica descrita.
De esta forma, con la reiteración y reproducción de la dinámica vibratoria interactiva, el ser humano (unidad de espíritu, cuerpo y alma) puede elevar su grado de consciencia (caminar hacia la plena consciencia de su auténtico ser), lo que se verá acompañado del avance en el estadio de conciencia: la sustitución de comportamientos ligados a los apegos e inercias de la materia (objetivos egoístas, riqueza y dinero, poder, fama, éxito, reconocimiento social, qué dirán,…) por pautas divinas de acción (Amor: bondad, misericordia, benevolencia, altruismo, generosidad y desprendimiento, humildad, vocación de servicio, amor al prójimo, compasión,…).
La prioridad por estas pautas muestra un acercamiento consciencial y vibratorio al «Bien», mientras que la prevalencia de los apegos materiales indica un acercamiento al «Mal», aunque, como se explica en el siguiente capítulo, ambos términos tienen un significado muy distinto al que comúnmente se les suele otorgar.
La antigua polémica teológica sobre si todos los seres humanos poseemos o no alma o si ésta tiene que ser «fabricada por cada uno» es un debate estéril. Por supuesto que todos tenemos alma, pues constituye el fruto natural de la convivencia vibracional, con el consiguiente efecto de heterodinaje, entre nuestro ser profundo (Espíritu) y el cuerpo físico. Pero cada alma, cual bisagra, acumulador y comunicador vibracional, ostenta una frecuencia vibratoria distinta según el grado de consciencia (frecuencia de corte del filtro) de la persona, pudiéndose tal grado elevar, mantener o reducir mediante la dinámica vibratoria interactiva que se acaba de resumir.
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