"Buscadores" Emilio Carrillo (57) Amor de pareja, de amistad y familiar y amor al prójimo.

AMOR DE PAREJA, DE AMISTAD Y FAMILIAR Y AMOR AL PRÓXIMO. 

Muchas personas sienten o han conocido el amor de pareja. Tiene su más elevada expresión en que tan sólo hay un único amado: el amante se consume en su amor; no concibe otro amor distinto al que provoca la pasión que vive; y le es imposible tanto amar a ningún otro como dejar de amar, renunciar a su amado.

Análogo al amor de pareja es el amor de amistad y la semejanza es mayor cuanto más intensa es la amistad. En cualquier caso, tienen un mismo hilo conductor: el amor por predilección, esto es, el amor a una persona concreta (el amado, el amigo) a la que se le coloca en un nivel distinto de preferencia con relación a los demás.

En cuanto al amor familiar, tiene distintas variantes: el de los padres hacia los hijos, el de éstos hacia aquéllos, el de los hermanos entre sí,… . El primero de los citados — el amor que los progenitores sienten hacia sus descendientes— suele contar con un ingrediente que no se presenta, al menos no con la misma intensidad, en las demás variantes: la incondicionalidad. De hecho, que en la infancia notemos el amor incondicional de nuestros padres es considerado por la psicología moderna como un elemento clave en el proceso de madurez mental del niño y del adolescente; algo que marca decisivamente nuestros comportamientos, sentimientos y percepciones en la edad adulta. De ahí el enorme daño que los padres hacen a sus hijos cuando no los aman incondicionalmente (guapos o feos, simpáticos o huraños, niños prodigio o pésimos estudiantes, obedientes o indisciplinados,…) o cuando no lo demuestran suficientemente con palabras, contacto físico y actos (verbigracia, la absurda costumbre de regañar a los pequeños diciéndoles «como no hagas esto, no te quiero»). Con todo, aun cuando el amor familiar esté dotado de incondicionalidad, tiene una similitud radical con el amor de pareja y de amistad: la mencionada predilección, en este caso por el descendiente, el ascendiente, el hermano, etcétera.

Frente a ellos, en un plano bien diferente, se sitúa el amor al prójimo. Consiste en amar a todos los seres humanos y hacerlo de manera incondicional y a todos por igual, sin predilección de ningún tipo. Universalidad, incondicionalidad e igualdad (ausencia de predilección) identifican y definen al amor al prójimo y lo distingue de los otros tipos de amor que se acaban de referenciar.

Puede alegarse que, no obstante, el amor de pareja, de amistad y familiar cuentan con un importante punto en común con el amor al prójimo: la existencia de pasión. Y esto es verdad, pues amor sin pasión es un imposible. Ahora bien, más allá de esta coincidencia, la diferencia es enorme: en el amor de pareja, de amistad y familiar se sublima la inclinación, la predilección por el amado, el amigo o el familiar; mientras que el amor al prójimo carece de esa predilección y se extiende a todos los seres humanos (universalidad) por igual y sin preferencia alguna (equidad) y de manera incondicional.

AMOR AL PRÓJIMO Y NUEVA VISIÓN. 

El amor al prójimo no necesita ser alabado por versos o canciones, como ocurre con el amor por el ser amado, por el amigo o por la madre o el hijo. Sólo necesita ser ejercido y puesto en práctica. El que ama al prójimo ha de comprender de una forma distinta, tener una nueva visión: debe reconocer su Mí Mismo. Ello exige de toda nuestra atención; y ha de compaginarse con la ayuda a los demás en todo cuanto sea posible. Aunque parezca una doble tarea (hacia uno mismo y hacia los demás), se trata de un único trabajo, que es de naturaleza interior. Un trabajo que no se hace de vez en cuando, sino constantemente. Para ello hay que evitar la identificación con el exterior y el apego, el engatusamiento y el aprisionamiento de la vida mundana, su pompa y sus distracciones.

El amor de pareja, de amistad y familiar son emociones y sentimientos humanos de gran valor. Y son estadios necesarios en el despertar de la consciencia para desplegar la imponente fuerza de Amor que constituye nuestro Espíritu, nuestro Ser. Pero la dimensión de esa fuerza es tan espectacular que acompañará a la elevación de nuestro grado de consciencia como la subida de la lava a la erupción del volcán. Y cuando nuestra consciencia se expanda, surgirá de nuestro Ser profundo un Amor incandescente e inconmensurable que, entre otras cosas, llenará nuestro entorno de amor al prójimo. No exceptuará a ni un solo ser humano. Y se extenderá a todas y cada una de las personas tan firmemente, por igual e incondicionalmente como la pasión amorosa de una madre por su hijo.

Y la madre, el hijo, la pareja o el amigo de un ser humano que haya explotado en amor al prójimo pueden dar por cierto que el amor que como prójimo les profesa no sólo no desmerece, sino que incrementa exponencialmente el que les tenía como hijo, padre o madre, pareja o amigo. Eso sí, le podrán echar en cara la universalidad y equidad de ese amor, pero tal reproche no será sino manifestación de lo vivo que en ellos se mantiene el ego.

El amor al prójimo muestra enseguida al ser humano el camino más corto. Cierra la puerta, guarda silencio interior y siente y aviva dentro de ti la presencia del Yo verdadero, tu Mí Mismo idéntico en Esencia al Creador y a la totalidad de la Creación. Utiliza para ello el tiempo mínimo imprescindible. Y, en cuanto lo consigas, abre la puerta y sal al exterior. Puedes tener seguro que la primera persona con quien te topes —la conozcas o no, mujer u hombre, joven o vieja, rica o pobre, de tu nacionalidad o extranjera,…— es tu prójimo a quien «has de» amar. Nunca podrás equivocarte ni tomarlo por ningún otro, pues el prójimo es, con absoluta seguridad, cualquier ser humano y todos al mismo tiempo.

El amor al prójimo destrona la predilección y pone en su lugar el «has de». El amor de pareja, de amistad y familiar carecen de contenido moral. Se conciben como una suprema dicha —encontrar al ser amado, al amigo o, por ejemplo, tener un hijo— a la que se tiene la suerte de acceder sin realizar tarea alguna. A lo sumo, la única tarea consiste en estar agradecido por la dicha que se disfruta, lo que moralmente no representa labor alguna. En cambio, sí se «ha de» amar al prójimo; la acción moral está precisamente en ello y esta tarea constituye, a su vez, el origen de todas las tareas.





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