"Buscadores" Emilio Carrillo B. (52) Capítulo 10: A M O R - Ho'oponopono

Sobre el Amor, con Amor.

La Unidad y la Consciencia conducen ineludiblemente al Amor. Para abordar éste, comienzo por insertar una «entrada» sobre el Amor que publique en mi blog (http:// emiliocarrillobenito.blogspot.com) con fecha 25 de julio de 2009: 

Hola, S. No creo que te importe que sea de manera pública como conteste a tu pregunta acerca del Amor.
Empecemos por tres señas de identidad:
1. El Amor es infinito, trascendente, eterno, estremecedor, definitivo; incomparablemente mucho más que un sentimiento.
2. El Amor es Incondicional, no admite predilecciones de ningún tipo, escala o especie.
3. El Amor pertenece al ámbito del Yo Verdadero, nuestro Ser Interior de linaje divinal; nada tiene que ver con ese amor con el que al ego —nuestro pequeño yo— le gusta llenarse la boca. 
¿Por qué ostenta el Amor estas cualidades?. Muy sencillo: porque se fundamenta en la Unidad de cuanto Es y Existe. ¿No lo entiendes?. Recuerda:
1. Todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es, a su vez, el Todo.
2. Y el Todo, la Unidad, es vivificado por la Consciencia de modo similar a como la sangre, en su circulación, anima y tonifica nuestro cuerpo físico.
Pues bien, de la Unidad y la Consciencia surge el Amor, que en términos científicos puede ser definido como energía pura de carácter vibratorio que se despliega en ondas de torsión.
Pero esto no son palabras para que las digiera tu intelecto. Estamos hablando de tu Esencia, que está más allá de cualquier concepto o conocimiento. 
¡Sí, de tu Esencia (y de la mía, y de la del otro,...)!. Porque siendo la razón de ser del Amor la Unidad y la Consciencia, el Amor constituye inexorable y radicalmente la base energética de tu Ser profundo (y del mío, y del otro,...).
La consecuencia directa y colosal de ello se resume en el célebre soliloquio hamletiano: «to be, or not to be» (Ser, o no Ser). Es decir, tu Ser se realiza en el Amor o no es nada (aplicando al caso la popular canción de Eva Amaral: «sin (ti) el Amor no Soy nada»). Así de simple: Soy y, por tanto, Amo; o no Amo y, por tanto, no Soy.
Y realizarte en el Amor no consiste en ensalzarlo con bellas expresiones, ni en regocijarte meditativamente en él. Abre la puerta, sal a la calle y ocupa el momento presente en Amar, sólo en Amar. Esto es, vive el ahora -el único sitio donde la vida existe- con voluntad constante de dar y en disposición permanente de recibir; y en plena consciencia de que no Somos lo que tengamos, ¡Somos lo que damos!. Y lo que damos, es lo que recogemos; y lo que recogemos, afianza lo que Somos.
Elige, S: «to be, or not to be». Elige.
Y no olvides, tal como concluye la escena final del El Cielo sobre Berlín, que tu elección decide el juego para todos, porque todos somos Uno:
«Yo estoy a punto. Ahora te toca a ti. El juego está en tus manos. Ahora o nunca».
Con Amor.

El presente capítulo va a versar acerca de todo ello, empezando con una práctica ancestral, el ho´oponopono, que hace muy bien de bisagra entre la Unidad y el Amor.

«Ho´oponopono».

La Unidad de cuanto Es y Existe que ha sido telón de fondo de los últimos epígrafes es la base, igualmente, del denominado «ho´oponopono», una práctica ancestral que enlaza con el objeto del presente capítulo: el Amor Incondicional.

El ho´oponopono se fundamenta en la consciencia de ser y en la doble dimensión de ésta como «alerta» y «espacio» que fue ya resaltada en en la Parte II. Como allí se recogió, la consciencia se relaciona con «ser» y cuenta con dos esferas indisolublemente ligadas: «consciencia de lo que se es» y «consciencia de lo que es». La primera se refleja en estar «alerta»: sé y siento lo que soy (toma de consciencia de lo que se es, de quien soy). Y la segunda, con el «espacio»: mi ser es el espacio en el que surgen las formas del ahora (toma de consciencia de lo que es, de lo que es la realidad). «Yo soy el que soy» sintetiza esta doble perspectiva. Permanezco en alerta siendo y sintiendo en el ahora mi ser verdadero y subyacente, eterno, inmutable. Y constato cómo mi ser es la forma del momento presente, lo que explica y en lo que se despliegan los contenidos cambiantes del ahora.

Nada es, por tanto, ajeno a mi Ser: ni mi Yo verdadero, pues es mi Ser mismo; ni las formas mutables del ahora continuo, pues yo soy el espacio en el que existen y se desenvuelven. 
Al adquirir esta conexión con el Yo verdadero, no utilizo el ahora en otra cosa que no sea para Amar. Y comprendo y acepto que tengo el 100 por 100 de la responsabilidad de todas las cosas que me ocurren y suceden a mi alrededor y de la globalidad de las formas mutables del momento presente, del ahora, de la vida. El pecado no existe, ni nadie nos juzga, pero cada uno tiene la completa  responsabilidad de su vida y de los hechos, relaciones, encuentros y eventos que en ella se producen.

Como se examinó en el arranque de estas páginas, este convencimiento estaba presente en antiguas culturas como la tolteca (recuérdese a Miguel Ruiz y sus Cuatro acuerdos: la vida de cada cual es una película en la que uno mismo es el guionista, director, cámara y protagonista). Y en ese mismo convencimiento se basa precisamente el ho'oponopono, que nos recuerda que la vida es realmente una cadena de vidas físicas y que guardamos en nuestra memoria trascendente, en el «disco duro» sutil de cada uno, todos los pensamientos generados y experiencias acontecidas a lo largo de la citada cadena vital. Son estos pensamientos (los plenos de Amor, pero también los dolorosos y funestos) y experiencias (las llenas de Amor, pero igualmente las carentes de él y que han causado daño a nosotros mismos o a los demás) los que mantenemos en nuestro disco duro y proyectamos hacia la dimensión superficial —formas y contenidos— del momento presente y del mundo exterior, que es moldeada por nosotros mismos a semejanza nuestra.

El ho´oponopono proviene de tradiciones indígenas del Pacífico, en general, y de la cultura hawaiana, en particular. Literalmente significa «acertar el paso» o «corregir el error». De acuerdo con arcaicas creencias, el error proviene de experiencias dañinas y pensamientos frustrantes desplegados en otras vidas y que se acumulan en la memoria donde almacenamos nuestra existencia —cadena de vidas—. Esta memoria trascendente, incluida la parte de la misma contaminada por tales experiencias y pensamientos faltos de Amor, aflora y se manifiesta en nuestra vida actual, reflejándose y explicando multitud de actos, sucesos y circunstancias que vivimos y nos rodean. Ante esto, la práctica del ho´oponopono nos enseña a que conscientemente agradezcamos a nuestro Ser profundo las cosas bellas y hermosas que ahora vivimos —cual modo de subrayar y poner en valor la parte (archivos del disco duro) repleta de Amor que la memoria trascendente atesora— y reconozcamos y asumamos como responsabilidad propia la totalidad de las vivencias dolorosas del presente —cual forma de eliminar y borrar la parte (archivos del disco duro) carente de Amor que la misma memoria guarda—. De esta manera, ho´oponopono ofrece la posibilidad de revalorizar los archivos con Amor y eliminar los sin Amor, liberando la energía de experiencias y pensamientos cargados de daño y error que son causa y origen de desequilibrios, desasosiegos, insatisfacciones, enojos, enemistades y enfermedades.

Como se ha insistido, el ser humano es una unidad energética y vibracional en la que conviven tres gamas o modos vibratorios: Espíritu o Yo verdadero —en terminología ho´oponopono, «Aumakua», «Superconsciente» o Padre—; cuerpo físico, con la mente y el intelecto como componente más desarrollado —«Uhane», «Consciente» o Madre—; y alma, que, junto al ADN sutil («células del alma»), almacena las experiencias acumuladas durante la cadena de vida —en ho´oponopono se llama «Unihipili», «Subconsciente» o «Niño Interior» a esta conjunción de energía consciencial—.

Pues bien, éste último componente es el responsable de todo lo que proyectamos desde nuestro disco duro hacia las formas del mundo exterior. El Unihipili acumula los archivos de memoria, tanto de esta vida como de las restantes de la cadena de vidas que recorremos en nuestra encarnación en el plano humano; y lanza sus contenidos a las formas del momento presente, moldeándolas a nuestra semejanza. Sin embargo, el ser humano consciente está en condiciones de incidir sobre esa memoria y los archivos para afianzar las experiencias y pensamientos plenos de Amor —que se manifiestan en hechos positivos y hermosos de nuestra vida de ahora— y eliminar los llenos de odio, frustración y resentimiento —que se plasman en circunstancias y vivencias negativas y dolorosas de la vida presente—.

¿Cómo hacerlo?. Por medio del Uhane o Consciente, que es a quien corresponde decidir que aceptamos al 100 por 100 la responsabilidad de nuestra vida. Esta aceptación posibilita que trabajemos en el archivo que haya generado la situación que nos afecta en la actualidad, en la idea de que todo en nuestra vida nos llega para que borremos energías perniciosas guardadas en la memoria trascendente o afiancemos los archivos llenos de Amor que también atesora.






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