"Crónicas de Ávalon" Emilio Carrillo B (18) Práctica del Ahora - 2

-Por todo lo visto, hay una estrecha ligazón entre el momento presente, su forma y su dimensión subyacente, y la esencia subyacente del ser humano. Es obvio que si el momento presente existe, con sus dos dimensiones, es porque Yo existo. Si Yo no existiera, no habría momento presente ni en su forma ni en su fondo. Verbigracia, si estás aquí y ahora, oyendo estas palabras en un determinado contexto de luz, temperatura, atención,…, es porque tu “eres” (ser), porque existes. Si no existieras (ser, lo subyacente) no habría este momento en ninguna de sus posibles y cambiantes circunstancias (la forma). Y cuando terminemos la exposición y salgamos al exterior, la forma del ahora será distinta a la del momento en el que inició este encuentro o la del momento actual. Sin embargo, “algo” no habrá cambiado: el hecho de que tú eres y existes-.

Nimue guardó silencio por unos instantes, logrando que ese “existes” resonara con fuerza en el interior de todos los oyentes. Me sentía francamente bien, feliz. Parecía que cada nueva palabra pronunciada en aquella estancia fuera una llamada a mi despertar interior.

-Por tanto-, prosiguió Nimue, -el momento presente está absorbido en el Ser. Es en el Ser en donde existe la dimensión profunda del momento presente, su esencia subyacente y fija, la existencia, la vida. Y también es en el Ser donde existe la dimensión superficial y cambiante del ahora, su forma, sus contenidos. Por ello se puede afirmar que el Ser es el “espacio” en el que emanan las formas del momento presente.
Para que exista el momento presente en sus dos dimensiones es imprescindible que Yo exista. Y este hecho tan obvio nos acerca espectacularmente al Yo verdadero, al que es y existe más allá de las formas cambiantes del continuo momento presente. Más allá de lo variable y mutable que hay en nuestra vida actual o, incluso, en la cadena de vidas que podemos transitar en nuestra encarnación en este plano, hay “algo” que no cambia: el hecho de que Yo existo; y de que si no existiera, todo lo demás tampoco existiría, pues mi Ser es la referencia obligada para que exista todo lo demás que muta y se transforma de un momento a otro. Mi dimensión subyacente, ser, existir, es la esencia de la dimensión subyacente del ahora, del momento presente. Y conforma el espacio en el que el momento presente se desenvuelve-.

Igraine se levantó de su silla con extraordinaria agilidad y movió con desenvoltura la proporcionada envergadura de su cuerpo. Fijando su mirada al fondo de la sala, como si buscará algo o a alguien, arrancó su intervención.

-El que la dimensión subyacente conforme el espacio en el que el momento presente se desenvuelve es un hecho de enorme trascendencia para la vida cotidiana de cualquiera de nosotros; y son muchas y muy notables sus implicaciones en nuestra existencia, en el ahora. Al ego le parece una locura, pero hay que volver a subrayar que la única demencia es la suya cuando intenta filtrar todo por el único plano que él conoce, el mental. Pero lo real es el Ser, el Yo verdadero. Y su existir explica el momento presente en sus dos dimensiones. El Ser es el espacio en el que surgen las formas del ahora.
El Ser es la consciencia misma que permite afirmar “soy el que soy”. Todo lo demás es consciencia de objetos. La consciencia del Ser significa estar concentrado en Ser; existir en alerta y en el único sitio en donde la vida es posible: el ahora. El ahora es el Ser y en su espacio surgen las formas del momento presente, aunque el Yo verdadero esté más allá de las formas y no se llene de sus contenidos-.

De golpe, Igraine vibró de los pies a la cabeza, desplegando una extraña combinación de colores que oscilaban entre el rojo de sus cabellos y el azul turquesa de sus ojos. Impasible antes estas manifestaciones de esencia, siguió profundizando en su disertación.

-Para vislumbrar lo que significa Ser sirve un sencillo ejercicio. Basta con dejar un lapso entre dos pensamientos de los que bullen en nuestra mente. Concentrémonos e intentemos que haya un instante, uno sólo, por pequeño que sea, entre ambos. Cada uno de estos pensamientos es un objeto mental. El lapso que conscientemente dejamos entre ellos es la presencia del Ser, el Yo verdadero. Los pensamientos van y vienen incluso cuando dormimos. En el lapso en el que los interrumpimos radica la consciencia: estar muy despierto sin nombrar o interpretar el momento. Simplemente, quietud en alerta. Una quietud que está presente, igualmente, en el movimiento, en la acción. Para el Yo verdadero, la quietud es movimiento y el movimiento es quietud.

Y estamos en condiciones de lograr que en nuestra vida la consciencia que percibimos durante el referido lapso sea no sólo un corto instante entre dos pensamientos, sino que florezca e impregne toda ella, de modo que el Yo verdadero coja las riendas, en lugar del ego, y que la mente esté a nuestro servicio, no al revés. En realidad todo consiste en ser consciente de que Yo soy, de que existo, y de que mi ser y existencia es tanto la dimensión subyacente del ahora –inmutable, inalterable- como el espacio en el que surge y se despliega la forma del momento presente, mutable, variable. Y con esta toma permanente de consciencia se produce la conexión entre nuestro Yo profundo –interior, eterno y situado más allá de la mente- y el mundo y circunstancias que nos rodean (exterior, efímero y mental), que quedan así bajo el mando del Yo verdadero-.

Completada una ronda completa de intervenciones, la Maestra de Hadas empezó un nuevo ciclo.

-La nueva visión que esta toma de consciencia aporta es extraordinaria. Yo Soy; y todo es y se desenvuelve porque Yo soy. Si Yo no fuera, nada sería. Yo soy es la razón de cuanto existe. Y mi Yo soy es idéntico al Yo soy del otro y sólo se explica y se sostiene en la Unidad del Ser Uno.
La citada nueva visión eleva nuestro grado de consciencia por arriba del correspondiente a la consciencia de los objetos y transforma el “no” inconsciente y demente a la vida en su “sí” consciente y cuerdo; plasma en el ahora una nueva interacción con la vida que conlleva un rotundo sí a la misma que no es sólo mental, sino consciente, interiormente sentido. Esta nueva interacción radica en abandonar toda oposición o resistencia contra el momento presente y la forma y contenidos con las que aparece. La práctica que ello conlleva es fácil de exponer: dejar de nombrar, etiquetar y clasificar todo lo que nos rodea y a nosotros mismos; cesar de interpretar y enjuiciar cada cosa del mundo de los objetos, cada persona que encontramos, cada situación o acontecimiento, cada acción propia o ajena, cada pensamiento,...-.

La Reina de las Tempestades hacía gala en su semblante de un hondo convencimiento acerca de lo que decía. Oyéndola, entendí el por que de la paz y la armonía que sentía siempre junto a ella.




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