"Buscadores" (11) Emilio Carrillo.- Cap. 2 (4): The Matrix: la mente del Todo.
The Matrix: la mente del Todo.
Retomando el paseo por películas que promueven una nueva visión a través de contendidos científicos, se podía alargar indefinidamente el repaso de aportaciones de las últimas décadas. Muestran que la ciencia está preparada para plantearse novedosas preguntas, a las que aún no puede responder, y abrir sus puertas a concepciones hasta hace poco vetadas por el saber académico tradicional.
Preguntas que, efectivamente, son nuevas, aunque puede que tengan respuestas antiguas que, con diversas denominaciones —hermetismo, esoterismo, Tradición, sabiduría secreta, ciencia oculta,...—, han llegado hasta nosotros transmitidas de generación en generación fuera de los cauces ortodoxos de aprendizaje. A ellas se acerca la ciencia cada vez con mayor velocidad, gracias especialmente al aire fresco aportado por los últimos avances de la revolución tecnológica y el inmenso mundo de la realidad virtual. Lo que se ha plasmado en películas de tanto éxito comercial como The Matrix, que permiten adivinar el contenido del gran conocimiento y constituyen una gran metáfora en torno al mismo.
The Matrix, dirigida por Andy y Larry Wachowski en 1999 y convertida después en trilogía (Reloade y Revolutions), presenta claras influencias del film Ghost in the Shell (1995) de Mamoru Oshii y aboga con contundencia por la existencia de una realidad subyacente, que es la verdadera, aunque nuestros sentidos nos hagan creer en una realidad aparente, virtual, puramente ficticia. El convencimiento de que ésta es lo único que existe nos convierte en máquinas y nos pone al servicio de las máquinas. Sin embargo, el conocimiento de nosotros mismos, de lo que genuinamente somos, nos permite tomar conciencia de la existencia de la auténtica realidad, nos libera de las cadenas mecanicistas, nos introduce vertiginosamente en una nueva visión de las cosas, coloca la realidad aparente al servicio de nuestra consciencia interna, transforma nuestra existencia y descubre al auténtico ser que vive en nuestro interior.
En la cinta, el protagonista, Neo (Keanu Reeves), bajo la iniciación de Morfeo (Laurence Fishburne), adquiere consciencia de que el mundo que tomaba por verdadero no es sino una mera simulación virtual y que todos los seres humanos somos presos de una ilusión individual y colectiva, creada por la máquinas, conocida como Matrix. El grupo de rebeldes que lidera Morfeo rescata a Neo de la cosecha de personas donde se encontraba prisionero y le explican en qué consiste la realidad: se encuentran cerca del año 2199 y la humanidad está esclavizada por las máquinas, que tras el desarrollo de la inteligencia artificial se rebelaron contra la humanidad y ahora emplean a la especie humana como fuente de energía, mientras la mantienen adormecida en conexión a una falaz realidad virtual. En este mundo ficticio, los pocos humanos que han escapado del adormecimiento y han adquirido consciencia de la verdad pueden desafiar las leyes físicas y realizar hazañas asombrosas.
Sobre esta trama, nada en el film es casual. Parte de un saber antiguo que Heráclito de Éfeso ya enunció en el siglo VI a.C. mediante la célebre diferenciación entre aquellos que estando dormidos parecen estar despiertos y los que de verdad están despiertos y pueden comprender. Para despertar hay que emprender la búsqueda — «no es lo mismo conocer el camino que andar el camino», dice Morfeo—; conocerse a sí mismo — «no pienses que lo eres, sabes lo que eres», señala, igualmente, Morfeo—; y tener confianza en nuestras capacidades y talentos —es lo que en la cinta trasmite el Oráculo—. Búsqueda, conocimiento de uno mismo y confianza que aportan una nueva visión. Ella permite constatar lo ficticio del teórico mundo real, lo que enlaza con otra frase del guión: «bienvenido al desierto de lo real» (su autoría es del filósofo francés Jean Baudrillard, en su libro Simulacro y simulación, que aparece al inicio del film), donde el término desierto es una referencia no peyorativa, sino descriptiva, a una vida libre por fin de apegos y anhelos vanos e ilusos.
La nueva visión posibilita, además, que nuestra realidad interior actúe y mande sobre el mundo exterior y virtual que antes creíamos real —por esto, Neo puede volar o parar una bala con la mano—, siempre que seamos capaces de romper con esos apegos que nos atan al mundo de ficción y nos restan energía. Igualmente, la nueva visión hace que superemos los dualismos impuestos por la anterior visión: el «yin» y el «yang», los opuestos, se unen; el bien y el mal se unifican para trascenderse; y la maldad o la bondad pueden surgir en la figura de cualquiera con la finalidad de que la consciencia triunfe.
Conjunto de reflexiones que aparecen desparramadas por el argumento de la cinta con expresiones y consideraciones sacadas del budismo, el taoísmo, el zen o el hinduismo. Y con claves judaicas y cristianas, cual el atributo de «Elegido» que se da a Neo, similar al de «Mesías»; la denominación de Zión que se otorga a la última ciudad humana, en referencia a la Sión bíblica; o el nombre de Trinity que tiene el personaje (Carrie-Anne Moss) que conduce a Neo hasta Morfeo, en alusión a la Trinidad. Aunque la tradición filosófica y espiritual que más influencia tiene en la película es, sin duda, el hermetismo.
En particular, los saberes resumidos en El Kybalión, obra de raíces milenarias que cuenta con varias ediciones en castellano (por ejemplo, Edaf Ediciones; Madrid, 1988). No en balde, los hermanos Wachowski utilizan la trama como excusa para escarbar bajo la superficie de la realidad aparente y descubrir lo que en ella subyace. Y, utilizando la metáfora de las nuevas tecnologías y el mundo virtual, ofrecen la conclusión de que esa realidad subyacente tiene una naturaleza mental. Lo que constituye la esencia del principio hermético del Mentalismo, reflejado así en El Kybalión: «el Universo es una creación mental sostenida en la mente del Todo»; «el Todo es Mente; el Universo es mental». El título de la cinta es, de hecho, un guiño a este influjo hermético, pues El Kybalión afirma que «la mente del Todo es la matriz del Universo». Parafraseando al ya citado Herbert Spencer, mental es la energía infinita y eterna de la cual proceden todas las cosas. En palabras de Ibn Arabi, padre del sufismo: «el Universo es la sombra de Alá».
Y ya que estoy, vuelvo a compartir la película que tanto recomiendo para que, la veas -si no lo has visto aún- o la re-visiones, porque seguro que encontrarás mensajes nuevos.
https://drive.google.com/file/d/19Skb-KJGnNN3qubvu1OkNHizIGRvUj82/view?usp=sharing
¡Que la disfrutes! 😃
Retomando el paseo por películas que promueven una nueva visión a través de contendidos científicos, se podía alargar indefinidamente el repaso de aportaciones de las últimas décadas. Muestran que la ciencia está preparada para plantearse novedosas preguntas, a las que aún no puede responder, y abrir sus puertas a concepciones hasta hace poco vetadas por el saber académico tradicional.
Preguntas que, efectivamente, son nuevas, aunque puede que tengan respuestas antiguas que, con diversas denominaciones —hermetismo, esoterismo, Tradición, sabiduría secreta, ciencia oculta,...—, han llegado hasta nosotros transmitidas de generación en generación fuera de los cauces ortodoxos de aprendizaje. A ellas se acerca la ciencia cada vez con mayor velocidad, gracias especialmente al aire fresco aportado por los últimos avances de la revolución tecnológica y el inmenso mundo de la realidad virtual. Lo que se ha plasmado en películas de tanto éxito comercial como The Matrix, que permiten adivinar el contenido del gran conocimiento y constituyen una gran metáfora en torno al mismo.
The Matrix, dirigida por Andy y Larry Wachowski en 1999 y convertida después en trilogía (Reloade y Revolutions), presenta claras influencias del film Ghost in the Shell (1995) de Mamoru Oshii y aboga con contundencia por la existencia de una realidad subyacente, que es la verdadera, aunque nuestros sentidos nos hagan creer en una realidad aparente, virtual, puramente ficticia. El convencimiento de que ésta es lo único que existe nos convierte en máquinas y nos pone al servicio de las máquinas. Sin embargo, el conocimiento de nosotros mismos, de lo que genuinamente somos, nos permite tomar conciencia de la existencia de la auténtica realidad, nos libera de las cadenas mecanicistas, nos introduce vertiginosamente en una nueva visión de las cosas, coloca la realidad aparente al servicio de nuestra consciencia interna, transforma nuestra existencia y descubre al auténtico ser que vive en nuestro interior.
En la cinta, el protagonista, Neo (Keanu Reeves), bajo la iniciación de Morfeo (Laurence Fishburne), adquiere consciencia de que el mundo que tomaba por verdadero no es sino una mera simulación virtual y que todos los seres humanos somos presos de una ilusión individual y colectiva, creada por la máquinas, conocida como Matrix. El grupo de rebeldes que lidera Morfeo rescata a Neo de la cosecha de personas donde se encontraba prisionero y le explican en qué consiste la realidad: se encuentran cerca del año 2199 y la humanidad está esclavizada por las máquinas, que tras el desarrollo de la inteligencia artificial se rebelaron contra la humanidad y ahora emplean a la especie humana como fuente de energía, mientras la mantienen adormecida en conexión a una falaz realidad virtual. En este mundo ficticio, los pocos humanos que han escapado del adormecimiento y han adquirido consciencia de la verdad pueden desafiar las leyes físicas y realizar hazañas asombrosas.
Sobre esta trama, nada en el film es casual. Parte de un saber antiguo que Heráclito de Éfeso ya enunció en el siglo VI a.C. mediante la célebre diferenciación entre aquellos que estando dormidos parecen estar despiertos y los que de verdad están despiertos y pueden comprender. Para despertar hay que emprender la búsqueda — «no es lo mismo conocer el camino que andar el camino», dice Morfeo—; conocerse a sí mismo — «no pienses que lo eres, sabes lo que eres», señala, igualmente, Morfeo—; y tener confianza en nuestras capacidades y talentos —es lo que en la cinta trasmite el Oráculo—. Búsqueda, conocimiento de uno mismo y confianza que aportan una nueva visión. Ella permite constatar lo ficticio del teórico mundo real, lo que enlaza con otra frase del guión: «bienvenido al desierto de lo real» (su autoría es del filósofo francés Jean Baudrillard, en su libro Simulacro y simulación, que aparece al inicio del film), donde el término desierto es una referencia no peyorativa, sino descriptiva, a una vida libre por fin de apegos y anhelos vanos e ilusos.
La nueva visión posibilita, además, que nuestra realidad interior actúe y mande sobre el mundo exterior y virtual que antes creíamos real —por esto, Neo puede volar o parar una bala con la mano—, siempre que seamos capaces de romper con esos apegos que nos atan al mundo de ficción y nos restan energía. Igualmente, la nueva visión hace que superemos los dualismos impuestos por la anterior visión: el «yin» y el «yang», los opuestos, se unen; el bien y el mal se unifican para trascenderse; y la maldad o la bondad pueden surgir en la figura de cualquiera con la finalidad de que la consciencia triunfe.
Conjunto de reflexiones que aparecen desparramadas por el argumento de la cinta con expresiones y consideraciones sacadas del budismo, el taoísmo, el zen o el hinduismo. Y con claves judaicas y cristianas, cual el atributo de «Elegido» que se da a Neo, similar al de «Mesías»; la denominación de Zión que se otorga a la última ciudad humana, en referencia a la Sión bíblica; o el nombre de Trinity que tiene el personaje (Carrie-Anne Moss) que conduce a Neo hasta Morfeo, en alusión a la Trinidad. Aunque la tradición filosófica y espiritual que más influencia tiene en la película es, sin duda, el hermetismo.
En particular, los saberes resumidos en El Kybalión, obra de raíces milenarias que cuenta con varias ediciones en castellano (por ejemplo, Edaf Ediciones; Madrid, 1988). No en balde, los hermanos Wachowski utilizan la trama como excusa para escarbar bajo la superficie de la realidad aparente y descubrir lo que en ella subyace. Y, utilizando la metáfora de las nuevas tecnologías y el mundo virtual, ofrecen la conclusión de que esa realidad subyacente tiene una naturaleza mental. Lo que constituye la esencia del principio hermético del Mentalismo, reflejado así en El Kybalión: «el Universo es una creación mental sostenida en la mente del Todo»; «el Todo es Mente; el Universo es mental». El título de la cinta es, de hecho, un guiño a este influjo hermético, pues El Kybalión afirma que «la mente del Todo es la matriz del Universo». Parafraseando al ya citado Herbert Spencer, mental es la energía infinita y eterna de la cual proceden todas las cosas. En palabras de Ibn Arabi, padre del sufismo: «el Universo es la sombra de Alá».
Y ya que estoy, vuelvo a compartir la película que tanto recomiendo para que, la veas -si no lo has visto aún- o la re-visiones, porque seguro que encontrarás mensajes nuevos.
https://drive.google.com/file/d/19Skb-KJGnNN3qubvu1OkNHizIGRvUj82/view?usp=sharing
¡Que la disfrutes! 😃
Comentarios
Publicar un comentario