"Crónicas de Ávalon" Emilio Carrillo B (31) Principio Holográfico -2
-Esto es, precisamente, lo que la física parece estar revelando-, Igraine volvió a la carga en un tono que evidenciaba lo mucho que le apasionaba el tema. -En el núcleo del mundo material y cuanto la compone hay una realidad no física que puede ser denominada ondas de probabilidad, información, consciencia o pensamiento. Por ejemplo, el físico Jeffrey Satinover ha señalado que “la materia, sea lo que fuere, no tiene nada en esencia; es completamente insustancial; lo más sólido que se puede decir sobre ella es que se parece mucho a un pensamiento, es como una pizca de información concentrada”. Nikolas Tesla recalcó que en el núcleo de lo material hay una realidad no física que se expresa como vibración y tiene su razón de ser en información, consciencia o pensamiento. Y el antropólogo y lingüista Gregory Bateson ha llegado a llegó a afirmar que “la mente es la esencia de la vida”-.
–Personalmente-, Nimue entró de nuevo en la conversación, -destacaría las contribuciones de alguien a quien admiro: el profesor de física teórica David Bohm. Convencido de que existen otros planos de la realidad a los que sólo podemos tener acceso a través de estados místicos (éxtasis, alteración del estado de consciencia,…), subrayó que la globalidad de la Creación y todas sus Dimensiones están conectadas “en un estado de interminable flujo o doblado y desdoblado”, siendo la evolución un signo de la inteligencia creadora explorando estructuras diferentes que van mucho más allá de lo que se precisa para sobrevivir. Para Bohm, existe un orden implicado plegado en la naturaleza que se despliega gradualmente a medida que evoluciona el Universo. Algo parecido a un holograma, aunque prefirió hablar de “holomovimiento”: forma parte de la realidad que se envuelve y se desenvuelve constantemente, entre el orden implicado y el orden manifestado, a un ritmo tal que el mundo visible aparece como uniforme. Todo ello fuerza a replantear lo que entendemos por “real”. Ya lo manifestaron antiguas culturas: el mundo percibido por los sentidos físicos es pura ilusión (“maya”) y por debajo hay algo más poderoso y fundamental y, desde luego, más real, aunque sea totalmente intangible-.
-Gracias a científicos como los que habéis nombrado-, Igraine retomó el protagonismo tras haber ingerido un buen trago de cerveza, -en el siglo XXI se empieza a describir la realidad substancial de cuanto existe como energía vibratoria asociada a alguna modalidad de información, idea o pensamiento. La Teoría de Cuerdas, por ejemplo, sostiene que las partículas fundamentales no son puntos, como ha mantenido la teoría de partículas convencional, sino objetos extensos y vibratorios. Para el físico David Gross, Premio Nóbel en 2004 y uno de los máximos expertos en dicha teoría, partículas como el electrón o la radiación electromagnética corresponden sencillamente a las vibraciones de menor energía. En palabras de Fritjof Capra, prestigioso físico fundador del Instituto Elmwood, “no resulta inverosímil pensar que todas las estructuras del Universo, desde las partículas subatómicas hasta las galaxias y desde las bacterias hasta los seres humanos, sean manifestaciones de la dinámica autoorganizadora del Universo que hemos identificado como la Mente Cósmica”.
-Entonces, Igraine, la Teoría de Cuerdas y la del Principio Holográfico son muy semejantes-, expresé más como duda que cual conclusión.
-No tanto, Emilio. Mira…, según la Teoría de Cuerdas el espacio está descrito por la vibración, en miles de maneras y frecuencias, de diminutas cuerdas de una determinada dimensión: una cuerda vibrando arriba y abajo a cierta frecuencia podría crear un átomo de helio o una ola gravitacional, tal y como las cuerdas de una guitarra crean diferentes sonidos a diferentes frecuencias. Los partidarios de esta teoría han mantenido hace mucho tiempo que estas cuerdas son el componente fundamental de la Naturaleza. Frente a ello, el Principio Holográfico considera que, observando más de cerca una cuerda, se ven bytes cuánticos llamados “baldosas de Planck” (distancia o escala de longitud por debajo de la cual se espera que el espacio deje de tener una geometría clásica). Son estos los que engarzados indican a las cuerdas como tienen que vibrar. Estas “baldosas” son bytes cuadrados que delimitan un “área de Planck”, o lo que es lo mismo, un trillón de un trillón, de un trillón de un trillón de un trillón de un trillón de un centímetro cuadrado. Una cuerda de baldosas de Planck sería la versión natural de un byte. Y el Principio Holográfico nos permite saber cuántos datos (bytes) son necesarios para decirnos con detalle cada cosa que ocurre en cualquier zona o parte del espacio.
-¿Quiere esto decir, en definitiva, que la Naturaleza es un conjunto de bytes preprogramados?-. Empezaba a entender los fundamentos holográficos y me invadía la euforia.
-¡Exacto!. Lo que enlaza con lo que antes hablamos de que el “big-bang” tiene más que ver con una gigantesca descarga de bytes de información por parte de un superordenador que con una explosión masiva de materia-. Igraine me miro incisivamente a los ojos antes de continuar. –El Principio Holográfico toma su nombre de una ingeniosa predicción. Un holograma es una fotografía generada por láser que aparece como de tres dimensiones, pero que, en realidad, contiene toda su información en una superficie plana de sólo dos dimensiones. Es decir, toda la información necesaria para crear una imagen en 3-D está codificada en la superficie del holograma. En los años 90 del pasado siglo XX, distintos físicos de partículas, trabajando separadamente, llegaron a la conclusión de que el Universo en sí tendría que almacenar información de la misma manera. El mundo sería, pues, un holograma tridimensional configurado por las dos Dimensiones que en el texto de San Isidoro se llaman Octava y Séptima. Los teóricos, una vez asumido que la cantidad e información requerida para describir un objeto de tres dimensiones (ya sea un libro, una agujero negro o el Universo en su conjunto) está relacionada con el volumen del objeto, sospechan que dicha información puede ser codificada sobre la superficie del objeto. Todo lo cual ha sido conceptualmente refinado por mi maestro en Berkely, Raphael Bousso, que ha ayudado a formular de un modo más preciso este Principio señalando que el mundo no aparece ante nuestros sentidos físicos como un holograma, pero en términos de información necesaria para describirlo sí que se puede afirmar que el mundo es un holograma. La cosa más asombrosa es que el “Principio Holográfico” funciona para todos los ámbitos y todos los posibles espacios-tiempo.
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